Emilio P. Miraglia
dirigió su mejor giallo en esta intriga acerca de una rancia y
truculenta maldición familiar. Según cierta leyenda ilustrada en conspicuo
lienzo, el acerbo odio entre dos hermanas (una rubia y la otra morena, una
vestida de rojo y la otra de negro, una asesina de la otra que volverá de
ultratumba para vengarse) se renueva cada cien años en un castillo de la decadente
aristocracia europea, y, en cada oportunidad, hasta llegar a la víctima
principal otras seis tienen que caer. Al igual que en La notte che Evelyn uscì dalla tomba, una tal Evelyn es la ubicua villana de un asunto tenebroso a cuyo
tenor sobrenatural se le buscará una explicación del todo lógica. No obstante,
pese a sus propios fallos (por ejemplo, la importante revelación de la asesina
no es una meticulosa sorpresa), esta vez se trata de una película mucho más lograda
como trama detectivesca y de misterio, sin el peligroso humor involuntario del título anterior, con un guión más ajustado, creíble e, incluso, de
alguna profundidad psicológica --sin olvidar la oportuna pincelada de poesía ni la precisa digresión existencial. La deslumbrante presencia de Barbara Bouchet (la
femme fatale de Milano calibro 9), su “fría” protagonista en harto competente
actuación, o de la sensualísima Sybil Danning, aunada a la creativa fotografía en
Technicolor de Alberto Spagnoli y a la perversamente inocente música en clavicordio de Bruno
Nicolai, son otras razones que justifican el visionado de esta ambiciosa pieza
de género, tras la estela de Bava, Argento y Cía.
***½
jueves, 31 de julio de 2014
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