Cuando
el espectador más o menos advertido se acerca a una película de Lars von Trier
con el título señalado, no espera o busca encontrarse con una pieza de género,
ni aunque fuera de la misma línea de obras maestras como The Omen (1976). Sin
embargo, la terrible hermosura plástica de unas imágenes bastante depresivas y,
finalmente, forzadamente pesadillescas (sobre todo para la pareja protagónica,
interpretada por unos colosales Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg), apela demasiado tiempo al recurso de lo atmosférico, y
uno llega a lamentar que, en algún sentido, esta historia literalmente desnuda
de unos esposos que pierden el resto de justificación existencial mutua que les
quedaba (a raíz de una tragedia que los lleva a un bosque conocido como Eden),
era en potencia una cinta con más posibilidades expresivas que Melancholia (2011)*. Y,
pese a su abstracción y teatralidad exasperantes --practicadas desde films como
Dogville (2003), deberíamos recordar--, el siempre calculado y ambiguo esteticismo de Von
Trier nos obsequia con Händel en otro de sus prefacios antológicos.
*Von Trier querría haber canalizado el
espíritu de Antonioni en su tratamiento de la incomunicación y el aislamiento
insalvables, pero su descripción del instinto destructivo de los seres humanos
sólo consiguió evocar (una vez más) la pedante pretenciosidad de Bergman en Persona
(1966): véase el inevitable closeup del coito durante el prólogo, ofrecido en
este artículo.
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