La
acogida que recibió Shaft (1971) consagró una puesta al día de temáticas y géneros
tradicionales ahora dirigidos, pero no de manera excluyente, al público
afroamericano, que se dio en llamar blaxploitation. Mientras las estrellas de
esta nueva ola eran representativas de la audiencia destinataria (el duro Fred
Williamson, la bosomy Pam Grier, el todoterreno Thalmus Rasulala), el equipo técnico detrás de las
películas solía ser bastante mixto: Roger Corman, Melvin Van Peebles o Jack
Hill fueron responsables clave. Además, desde la mencionada Shaft, la música
impresa en los fotogramas de este movimiento setentero hizo, cómo no, historia:
Quincy Jones, Roy Ayers, Bobby Womack, …acaso las blaxploitation contribuyeron
al desarrollo del soul en una proporción cualitativa que apenas se ha empezado
a entender, no obstante el entusiasmo prolongado de fans y estudiosos.
En la cinta que nos ocupa, un gangster de ghetto --convincente,
ever-cool Williamson-- escala súbita y vorazmente hasta la cima, entre ecos a
veces distorsionados de Scarface y Little Caesar. Sin embargo, el score al que
sirve de vitrina es original en estéreo. Funky, lastimero, y en todo caso
conmovedor, James Brown desplegó en este soundtrack la amplitud y hondura de su
talento excepcional. Sin duda, estamos ante una de las piezas sonoras
fundamentales de toda una época, así que la escucha atenta es recomendable.
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