sábado, 7 de marzo de 2015

Gary Cooper, que estás en los cielos… (1980)


La realización de Pilar Miró (1940-1997) es exactamente sensible en este relato de las horas previas a una complicada operación quirúrgica, de la cual dependerá el futuro (o la ausencia de éste) de una exitosa directora de televisión (en plena producción del Huis clos sartreano en el presente del filme) cuyo caro anhelo hasta entonces era dar el salto a la pantalla grande --curiosamente, la futura directora de TVE hacía en Gary Cooper su tercer título cinematográfico. Su vida sentimental, con el novio (Jon Finch, el Macbeth de Polanski) guapo y masculino, un periodista de El País tan egocéntrico y ambicioso como ella misma, le ofrece pocos ánimos; por otro lado, tampoco es capaz de acortar la distancia que al parecer siempre la ha separado de su rica y vanidosa, coquetamente vetusta madre. Desde un solitario tocadiscos Alfredo Kraus canta, premonitorio, un aria de Werther --el asunto de una próxima película de Miró--, mientras la mujer marcada por el destino se sirve un trago en el antiguo vaso ganado en una subasta y luego destroza un huevo crudo en la mano y también lo echa al lavadero --acaso los gestos de esa elegancia sólo encontrada en el sufrimiento a que se refería Hemingway. Precisamente, es la estrella de A Farewell to Arms (1932) a quien esta moribunda (¿?) atea eleva sus plegarias, a quien esta huérfana aún reticente confiere los poderes paternales que, sobre Judy Garland inclusive, Norma Jeane Baker otorgó a Clark Gable, no por nada tal vez un semental menos promiscuo que el propio correctísimo Coop del ecran. La emocional labor de Antón García Abril en la banda sonora, la efectiva y concentrada actuación de la galardonada Mercedes Sampietro, y la permeable fotografía en color de Carlos Suárez ayudan a la guionista y directora madrileña en una faena ha tiempo ya aplaudida. 4/5


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