La sangre vuelve a ser rojo fuego y el alma más negra que la noche en este proto-giallo del maestro Mario Bava. Una serie de asesinatos, cuyo sadismo apunta hacia una probable patología en su perpetrador, ocurren alrededor de una exclusiva casa de alta costura en Roma. La primera víctima, una modelo aparentemente advertida de los secretos y las intrigas que sometían hasta a los administradores de la firma, ha dejado tras de sí un rastro que ensombrece los ojos de todos: su diario personal... adecuadamente encuadernado en profundo carmesí.
Bava maneja los principales elementos de la intrincada trama con holgada claridad, pero el espectador --mucho menos el ya iniciado en sus macabras artes-- queda muy lejos de ser "engañado": el director y guionista se asegura con sutileza pasmosa de que su obra entre de lleno en la dimensión de lo fantástico, vía la ambigüedad de su tratamiento de lo real. El característico estilo gótico de su puesta en escena y su genial sentido de la composición fotográfica hacen de este influyente Bava, no obstante, una frustrante pieza de género, una promesa que en algún momento llega a concretarse y que no se cumple en absoluto --y esto bastante antes de los títulos de crédito finales.
Exquisito, sofisticado, y con una efectiva dramaturgia --la morena Eva Bartok sobresale en el reparto, sin ser la más hermosa chica Bava del filme (ésa es acaso Francesca Ungaro, casi un trasunto de la joven nana de Archibaldo de la Cruz)--, el largometraje de este comentario es, cómo no, y pese a los reparos anotados, siempre recomendable. Tomando distancia de la (aun deliciosa) fórmula del whodunit a la manera de La ragazza che sapeva troppo, pero igualmente también de la abstracción atmosférica consagrada en la romántica Operazione paura, la delirante combinación de color germinal y muerte, sexo y emoción pasional empozados en Sei donne per l'assassino es una sugerencia demasiado tentadora para no concederle su justo lugar en el canon como una pieza clásica de su autor. El leitmotiv musical que envuelve con perversa lujuria a las ominosas, abismales imágenes es de Carlo Rustichelli. 4/5
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